Soy argentino y vivo en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la provincia argentina del mismo nombre, desde mi nacimiento. Actualmente soy el webmaster de la Universidad Católica de Santa Fe.
Respecto de este espacio que he decido asumir, intentaré, desde mi humilde punto de vista y concepción, mostrar, criticar y hasta aplaudir, lo que nos incumbe acerca de esta nueva manera en que accedemos, buscamos y utilizamos (¿manipulamos?) la información en este nuevo espacio social que comenzamos a desarrollar a partir del momento que tuvimos la oportunidad de tener una computadora a nuestro alcance; un lugar distinto por la forma de vivirlo, mucho más amplio, extenso, sin identidad propia, sin bandera, sin fronteras, sin paredes ni pisos, tal vez un hábitat apartado de toda biología, sin necesidad de beber y sin agua.
Pero que es exactamente igual al que estábamos acostumbrados, con el vicio del preconcepto, con la posibilidad de mantenernos en la oscuridad inmoral del anonimato, de asumir no solo dos sino más identidades -hasta personalidades diferentes, con tabúes viejos y nuevos, con marchas y contramarchas, con las presiones por las libertades y la ansiedad ante los sometimientos. Es decir, una manera diferente de comunicarnos que no alcanzamos a dimensionar y que a grandes pasos logramos que adquiera una afectación real y global; una manera diferente que debe exigirnos, sin dudas, mayores responsabilidades por el impersonal y atemporal modo de relacionarnos.
En síntesis, creo que esta nueva forma de vivir nuestra mitad vida virtual nos interpela por la necesidad de un conocimiento en base a la capacitación y entrenamiento que solo se puede adquirir a través de una decidida comunión en nuestra comunicación.
No solo creo, sino que estoy convencido, que esta es la manera de extendernos a la red y así poder continuar exigiendo reconocimiento desde esa ética, en este nuevo espacio, de valores fundamentales como son los derechos humanos y a la dignidad de la persona humana.
Respecto de este espacio que he decido asumir, intentaré, desde mi humilde punto de vista y concepción, mostrar, criticar y hasta aplaudir, lo que nos incumbe acerca de esta nueva manera en que accedemos, buscamos y utilizamos (¿manipulamos?) la información en este nuevo espacio social que comenzamos a desarrollar a partir del momento que tuvimos la oportunidad de tener una computadora a nuestro alcance; un lugar distinto por la forma de vivirlo, mucho más amplio, extenso, sin identidad propia, sin bandera, sin fronteras, sin paredes ni pisos, tal vez un hábitat apartado de toda biología, sin necesidad de beber y sin agua.
Pero que es exactamente igual al que estábamos acostumbrados, con el vicio del preconcepto, con la posibilidad de mantenernos en la oscuridad inmoral del anonimato, de asumir no solo dos sino más identidades -hasta personalidades diferentes, con tabúes viejos y nuevos, con marchas y contramarchas, con las presiones por las libertades y la ansiedad ante los sometimientos. Es decir, una manera diferente de comunicarnos que no alcanzamos a dimensionar y que a grandes pasos logramos que adquiera una afectación real y global; una manera diferente que debe exigirnos, sin dudas, mayores responsabilidades por el impersonal y atemporal modo de relacionarnos.
En síntesis, creo que esta nueva forma de vivir nuestra mitad vida virtual nos interpela por la necesidad de un conocimiento en base a la capacitación y entrenamiento que solo se puede adquirir a través de una decidida comunión en nuestra comunicación.
No solo creo, sino que estoy convencido, que esta es la manera de extendernos a la red y así poder continuar exigiendo reconocimiento desde esa ética, en este nuevo espacio, de valores fundamentales como son los derechos humanos y a la dignidad de la persona humana.
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